lunes, 3 de noviembre de 2008

Sembrando, por M. R. Blanco Belmonte


Un querido amigo ha compartido conmigo hoy un fragmento de este poema; lo traigo ahora íntegro, para solaz y aprendizaje. Quiero dedicarlo, además, a todos los hermanos que en los 4 puntos cardinales hacen suya la lucha por los 5 cubanos prisioneros en los Estados Unidos

De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena
de la florida tierra, donde entre flores,
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado
borroso cual lo lejos del horizonte
guardo el extraño ejemplo nunca olvidado
del sembrador más raro que hubo en el monte.

Aun no sé si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía
sólo sé que al mirarle toda la gente
son profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡Hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!

Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando miré risueño:
¡Desde que existen hombres en la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!

Quise saber curioso, lo que el demente sembraba
en la montaña sola y bravía.
El infeliz oyóme benignamente
Y me dijo con honda melancolía:
- Siembro robles, pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.

-¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa? – Dije. Y el loco
murmuró con las manos sobre la azada:

-Acaso tu imagines que me equivoco;
acaso por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!

Hoy es el egoísmo torpe maestro
A quien rendimos culto de varios modos:
Si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro
¡nunca pedimos pan para todos!

En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos conviene
y todo lo arrostramos por nuestros hijos
¡es que los demás hijos no tienen?...

Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo
hay siempre un fratricida dentro del hombre
y el hombre par el hombre siempre es un lobo.

Por eso cuando al mundo triste contemplo
yo me afano y me impongo ruda tarea
y se vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.

¡Hay que luchar por todos lo que no luchan!
¡Hay que pedir por todos lo que no imploran!
¡Hay que hacer que oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento que siembre flores
lo mismo en la montaña que en la llanura

Y hay que vivir la vida sembrando amores
con la vista y el alma siempre en la altura.
Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando
y al perderse en las sombras, aún repetía:

¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!


No hay comentarios: